Admito que he criticado en alguna ocasión esos piropos típicos de obreros que me “lanzaban” cuando era joven y gordibuena (más joven y un poco menos gordibuena)…..NO ME HACÍAN GRACIA.
Hace años que ningún señor anónimo me lanza besos sonoros, se ofrece para «cambiar mi sudor por su saliva» o alegra mis oídos con la célebre frase «¡¡ay que curvas y yo sin frenos!!»……
Si me pongo en plan pesimista pensaría que lo que pasa es que ya no estoy de buen ver, que se me pasó el arroz, o que me he pasado con las cañas y los chuletones.… pero me da en la nariz que no tiene mucho que ver con eso ya que hace años que tampoco los he oído hacia otras mujeres….. y eso que muchas “jovencitas” se pasean por la calle con medio culo por fuera (ese es un tema que merecía un post entero o ni tan siquiera eso) .
Lo cierto es que algunos de esos “piropos callejeros” eran muy ingeniosos y tenían cierta gracia. Si iban dirigidos hacia ti, te hacían sonrojar y si las receptoras eran otras te hacían, cuanto menos, sonreír.
Recuerdo, ya casi en “blanco y negro» a esos señores mayores perfumados y vestidos elegantemente con corbata y pañuelo en la solapa (una especie en peligro de extinción, con algunos especímenes recluidos en centros de ancianos) que te cedían el paso al tiempo que alababan tus «garbosos» andares.
Pues el otro día (uno de esos días normales que no pasa nada) me acompañaba «el Señor de mi Casa» de entrada a mi trabajo y tras despedirnos con un casto beso, justo en el momento en que yo cruzaba la calle, me cedía el paso un desacapotable conducido por Richard Gere que asomó la cabeza y mirándome a los ojos gritó:
-«¡¡¡adiós chica guapa!!!! «……
¡¡¡¡¡¡pero bueno!!!!!!!
¡¡Que subidón que me entró!!….quizá no era exactamente Richard Gere quien lo conducía…..pero eso tampoco importa demasiado en este instante….
En qué momento me «vine arriba»… se me quedó cara de BOTOX, mis michelines se «lipoesculturaron», mis muslos se compactaron y de pronto empecé a escuchar el canto de los pajaritos al tiempo que disfrutaba del maravilloso aroma primaveral… incluso entre las nubes salió un rayo de luz que iluminó mi cara mientras llamaba al “Señor de mi casa” con los ojos desorbitados…
¡¡¡¿¿¿¿lo escuchaste? !!!!!
Se lo conté gritos a él y a todo el que pasaba por los alrededores. Hasta una señora me sonrió al cruzarse conmigo…..
Ésta situación me alegró la tarde por elegante, inusual y sorprendente …..no sólo por el halago en sí mismo, sino por la ingenua espontaneidad gratuita del hombre que lo lanzó y la mujer que lo recibió (YO)……. (El detalle de que fuera delante del “Señor de mi Casa” también influyó jajajaja). El idilio entre el «Richard Gere de mi pueblo» y yo se acabó en ese mismo instante pero al llegar a casa fui recibida con una bandeja de sushi y un vino blanco bien fresquito. ¡Ni tan mal!
He de reconocer que estos días me ha dado que pensar…. creo que la “crisis del todo” (o el cambio de ciclo) que está atravesando nuestra sociedad, además de hacer desaparecer los andamios, a los “desgraciados mileuristas” (por afortunados), los bailes lentos y los chicles Bang Bang, ha acabado también con el “romanticismo callejero”… que, hecho con ingenio, elegancia y respeto, tampoco estaba tan mal.
Llámame machista, retrógrada, vintage, antigua….
llámame. …..como quieras.
Pero conozco pocas mujeres que no complementarían los comentarios complacientes de sus benévolas amigas con el hecho de que un perfumado caballero sin casco de obra ni dentadura postiza le abriera la puerta del coche, le regalara una flor o le dijera un elegante piropo.
Desde este púlpito quiero revindicar los «piropos callejeros» anónimos, espontáneos, esos que despiertan el ingenio de emisor y receptor para, tan solo, recibir a cambio UNA SONRISA.
¿Y tú qué opinas? ¿qué es lo más ingenioso que te han piropeado?
Lo más chulo que me han dicho, bueno, no me lo dijeron directamente, lo oí, fue en una comunión, un jovencito de unos dieciséis años estaba sentado en la escalinata de la iglesia junto a otro de unos ocho años, al pasar por delante le comentó a su adláter, » ¿la ves? pues cuando yo sea mayor quiero una como esa» Tenía yo entonces 43 años y estuve esponjada todo el día.
Y sí, estoy de acuerdo contigo, el reconocimiento de algo bonito dicho con elegancia y sin connotaciones babosas sube el ego y se agradece.